miércoles, 25 de marzo de 2020

El último paquete

Aún recuerdo cuando lo recibí. Alguien tocó al timbre. Me llevó un tiempo en percatarme de que el sonido era real . De que, era verdad , alguien estaba ahí abajo tocando al interfono y de que ese impulso eléctrico hacía resonar un infernal pitido dentro de mis oídos . Cuanto tiempo sin escucharlo. Acudí a la puerta y contesté . 

- Deliveroo.

No sabía que seguían repartiendo. Mientras el chaval subía las escaleras, hice un repaso mental de las últimas adquisiciones que había hecho. Había pedido cosas hacía mucho tiempo. Todas de primera necesidad: pintura, matarratas (la paloma asesina había vuelto), bombonas de butano, bombillas de colores, papel higiénico... Ninguna llegó nunca. Me percaté de que el tiempo es relativo y pierde todo su significado cuando estás en confinamiento. Un día aquí dentro equivale a una semana ahí fuera. Así es fácil perder la noción de cuanto tiempo ha pasado. Mi calendario es un folio en blanco. De vez en cuando, la radio me dice que días es y , en ese caso, lo escribo en el mismo. El problema es que una fecha escrita en un folio en blanco acaba por perder su significado .Un par de horas después de haber anotado dicha fecha, no seré consciente de si han pasado dos horas , un día o una semana y habrá perdido todo sentido indicativo que hubiera podido tener. 

El chaval que había empezado a subir las escaleras era viejo para cuando llegó a mi rellano. 

- Firme aquí.

Enfrente mía la dichosa cláusula de imperiosa necesidad. Firmando el justificante admitía que el producto entregado a mi domicilio era de primera necesidad . De incumplir dicha cláusula, de acuerdo al Real Decreto del 14 de Marzo, me podían enviar a prisión. La firmé sin saber que había en el paquete. Total, ya estaba encarcelado. 

Apenas cerré la puerta, me tiré sobre el paquete. No pude contener mi sorpresa cuando vi al niño envuelto en pañales. No necesitaba mirar el remitente para saber de dónde venía. Apenas lo vi supe que era mío. Tenía mis ojos, mi nariz y olía de una manera que me resultaba  extrañamente familiar. 

Nunca había criado a un niño pero, bueno, si algo hemos aprendido en este tiempo de confinamiento es que siempre podemos tirar de youtube en casos de necesidad. Por suerte las mujeres sudamericanas son de las mejores madres e influencers del mundo. En cuestión de días el niño estaba criado. Aprendió a andar , a hablar, a cocinar , a limpiar la casa... 

Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Pero hay una cualidad que tienen los niños que no la tienen los borrachos, y es que son capaces de formular preguntas que o bien no tienen respuesta, o que los adultos no nos atrevemos a preguntarnos. Y hay una cualidad que tienen los borrachos que no la tienen los adultos, y es que se creen que lo saben todo y que pueden, por tanto, dar respuesta a todas las preguntas. En definitiva, unos preguntan mucho y otros hablan mucho. Con el tiempo, gracias a nuestras inquisidoras sesiones vespertinas, mi hijo iba descubriendo el mundo a partir de lo que yo le contaba y de lo que veíamos en Netflix. 

Así, un día estábamos en el salón viendo nuestra serie favorita ( " La Peste") cuando me pregunto:

- Padre ¿ por qué no podemos salir a la calle ? ¿Estamos apestados?

- Hijo , estamos apestados, si. Yo vivía en un mundo lleno de animales , de mariposas ¿sabes lo que son? Un mundo maravilloso , donde la gente se sonreía , se paseaba por la calle, trabajaba ¿sabes lo que es ? Íbamos de compras , de cervezas , nos emparejábamos - suspiré- Usábamos el pito para algo más que mear- reí y casi rompo a llorar al mismo tiempo. 

- Pero el ser humano es por naturaleza desmedido - proseguí- Nos pasamos de la raya, contaminamos el mundo en que vivimos hasta el punto de que no podíamos salir a pasear, se nos pudrió la comida, no pudimos beber más agua y al final hasta nuestras relaciones se volvieron venenosas y tuvimos que suprimirlas. El ser humano se volvió en contra del propio ser humano. 

- Padre ¿ de dónde vienen los niños ? 

- Hijo mío. Los niños los hacíamos. Los hacíamos entre dos. Era algo maravilloso. En mi caso milagroso. Todos mis hijos fueron milagrosos. Pero ahora , tú, eres diferente. A ti, te envió tu madre. 

-  ¿Qué ? ¿ Tengo madre? ¿ Dónde está? 

 - Tuviste madre, hijo. Pero por ley no puedes vivir con ella . Recuerda lo que te he dicho antes, no podemos vivir juntos . Somos venenosos el uno para el otro. De manera que al nacer separan a los hijos de las madres y se los entregan a los padres. Parece ser que el macho se desprende más fácil de la cría que la hembra. Las autoridades decidieron hace mucho tiempo que fuese el macho el que se encargase de la crianza, pero llegará un momento en que yo también tenga que marcharme . Te dejaré solo y tu serás el dueño de tu destino. Pero, hijo mio, - dije mirándole a los ojos- es muy importante que sepas que el mundo que hay ahí fuera es venenoso. El aire es tóxico , el agua nos mata por dentro y , sobre todo, nunca, nunca, tengas contacto con nadie . Tienes todo lo que necesitas aquí. No hay nada mejor que estas cuatro paredes y no hay mayor protección para ti que esa puerta- dije señalando la puerta blindada de la entrada.

Pasaron horas, días o años hasta que volvieron a tocar al timbre. Antes de descolgar el telefonillo ya sabía que no era Deliveroo. Venían a por mí. Me puse mis mejores galas. Me despedí de mi hijo entre lágrimas y me marché. Yo había cumplido. Él estaba criado, tenía un hogar digno. Encontraría un trabajo y cumpliría, llegado el momento, con su destino y criaría a otra criatura más. Total , para eso estábamos aquí: nacer, reproducirnos y morir. En mi caso, estaba encarando la última etapa de mi vida. Pero lo hacía contento. Por fin salía de casa. Se había acabado mi confinamiento. La muerte no era más que otra etapa. La más liberadora.

Al bajar las escaleras vi a dos agentes junto a la puerta del edificio y un autobús parado justo frente a la entrada. Al pasar bajo el quicio miré hacia arriba , miré al cielo. Estaba azul, el sol radiaba, habían pasado años desde que lo vi por ultima vez. Hacía calor . Las ventanas de los edificios estaban todas tapiadas. Respiré profundo. No había pisado la calle desde hacía años. Pude apreciar que la hierba crecía entre los adoquines de la acera. Incluso pude ver alguna que otra flor. Flores. Todo esto empezó en Primavera. Tanto tiempo atrás. 

Entré en el autobús. Estaba repleto. Gente como yo. Barbados todos, alcohólicos. Me acordé del momento en que prometí no beber, comer sano , hacer ejercicio. Había sido hacía tanto tiempo. Incumplí mis palabras tan pronto salieron de mi boca , me traicione a mi mismo. Sonreí aquí y allá y obtuve poca o ninguna respuesta. Me senté a la par que el autobús emprendía su marcha hacía el cementerio. 

El trayecto me emociono. La música sonaba, la ventanilla estaba bajada y tenía una extraña sensación de libertad que no había sentido en años. Era un día maravilloso. había pájaros por doquier. La vegetación le había ganado la partida al mundo urbano y crecían árboles por todos lados. Algunas de las plazas y calles más céntricas se habían convertido en bosques donde, a excepción de los edificios, apenas quedaban restos de civilización El aire era puro. Tan puro que mis pulmones, acostumbrados al aire reciclado de casa apenas podían procesarlo. Emprendimos el ascenso al cementerio. Lo que no había cambiado era la inclinación de la carretera. Desde allí arriba se podía apreciar toda la Vega a sus pies. Nunca la había visto así. Era una selva. Era pura naturaleza . No pude contener las lágrimas. La belleza que me rodeaba era absoluta. 

Mi vida, mi existencia estaba cobrando sentido. Ahora que llegábamos a la parte más alta de la colina empezaba a entenderlo todo. No se si el virus fue creado en un laboratorio, producto de la más sofisticada ingeniería molecular o no. Pero lo que si que tengo claro es que era necesario. Posiblemente resultado de un mecanismo de defensa de la misma Tierra para librarse de lo más negativo de la presencia del ser humano sobre la faz de la misma. 

Mientras veo acercarse los muros que rodean el cementerio hay un pensamiento que me abruma. Que se me hace insoportable. La respiración se me agita. Estamos ahí y esta idea me tormenta y retumba en mi cabeza. Nunca le conté a mi hijo lo maravilloso que podía ser este planeta. Nunca le hablé de sus virtudes y el día que abra la puerta pensará que el aire es venenoso, que el agua no se puede beber y que los animales son bestias. Tengo ganas de gritar , me agito pero ya estamos aquí. Es demasiado tarde para mí, espero que no sea demasiado tarde para él.

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