Te guste o no te despiertas cada mañana en el mundo exterior, y sí, tienes que esforzarte por vivir. Que tediosa familiaridad tiene todo, cada día se repite la misma historia.
En cambio en el mundo interior no existe el trabajo ni la monotonía. Debería ser placentero, en cambio cuesta quedarse ¿Por qué? Será que ahí estás solo. ¿Estás solo? Estás solo. ¿Y en el exterior? En el exterior ni los más apretados amantes lograron hacerse uno. A la hora de la verdad, murieron solos, ni el Cristo, ni los mártires, todos, a la hora de la verdad, solos.
Pinta negro, mejor ir entrenando y bucear.
Entras discretamente en la pecera de la conciencia. No solo te sientes solo es incluso peor, te asaltan pensamientos, te turbian sensaciones, miedos pasados, tu cuerpo es una turbina química de inseguridades. Ansías algo sólido donde agarrarte, un centro. ¿Hay centro? ¿Donde está la eternidad junta a una flor de la que te habló el Maestro?. No la encuentras, y te asustas. Te escondes pero el miedo te encuentra en tu pequeño escondrijo. No hay donde esconderse. Quieres correr, pero no hay donde correr. Si no hay centro, ¿hacía donde piensas dirigirte? Te hundes en el barro.
Al día siguiente estás fuerte, inspirado, sabes por el Manual y la intuición que esa pecera también es un mar de paz y tranquilidad. Quieres esa fuente, ansias esa fuente. Estas relajado, respiras... tienes el control. Es más de lo que nunca tuviste (de lo que nunca tendrás). ... uno, dos tres, vuelves a caer. ¡¡Damn!! Que perverso juego este de controlar o ser controlado. Que fácil sería desear y obtener lo deseado. Vuelves a leer el Manual. Ahora mejor (que bueno es este manual). Te concentras en solo observar como si no estuvieses ahí, como si no fuese contigo, miras las nubes de la conciencia, te distancias, lo practicas, aguantas, respiras... uno, dos, tres ¡¡damn!! Para abajo, demasiadas cadenas para andar por el barro. Golpeas al manual. Es demasiado. Sales al exterior. Seguro que hay cosas más importantes que hacer en el mundo de las diez mil cosas.
Hoy te sientes derrotado, no crees tener los recursos ni inteligencia para sentirte al mando del barco. Te dejas caer, y te das cuenta que más que subir a la montaña, sale mejor dejarse caer como hacen los ríos, sin esfuerzo alguno, deshaciéndote en el horizonte vas desapareciendo... pronto descubres que en ese mar abisal de la conciencia estuvieron Blake, Bach y Tesla... Inspiración. El mismo aire que exhaló San Juan ahora inhalas tú. Comunión. Aquí se labró el autorretrato de Cezanne, esté atomo le sostenía el pulso a Miguel Ángel.... Sientes la rueda de la vida... te olvidas de ti... de todos. La rueda. Ni rueda queda. Espera, lo estás consiguiendo, estás conectado, ¿a qué? Si no estás tú, ¿Quien está ? ¿de quien es esta voz que narra? Dejas las preguntas...
Estás tan bien... lo has encontrado,
y aún así,
¿Por qué vuelves?
-Alamein-