La luz es gris desde hace tres días. No hay sol. No se deja ver. Tengo la sensación de estar atrapado en una prisión de la que no puedo salir. El mundo exterior se me presenta muerto, yermo, inaccesible, y, a la vez, poco atractivo.
He perdido el olfato. Como si tuviese algo que ver con el tiempo que hace fuera, el día esta gris y yo me veo limitado por mis sentidos. Igual que la luz es tenue, los olores se han esfumado para mí. Se fueron difuminando, como los colores, hasta desaparecer. Hoy, intentando romper esta monotonía e introducir una variante en la balanza, me he duchado. Seguramente falta me hacía. Ha sido salir de la ducha y asomar el sol por la terraza. Aunque ha durado poco. Un golpe de viento y otra vez las nubes se han abalanzado sobre él, atrapándolo y envolviéndolo en su gris tenuidad.
El día ha continuado igual, yo, solo, rodeado de este tono gris que lo envuelve todo, desafectado por mi olfato, sintiéndome abandonar mi cuerpo. La sensación es como cuando te sientas en un sofá muy mullido y ves que te engulle, que te rodea por todos lados. Así me siento yo hoy. Soy inocuo, soy insípido, soy gris como el día. No existo. No pienso...Estoy dejando de ser.
La predicción del tiempo vaticina días grises hasta el Martes/Miércoles de la semana que viene. Como si yo no lo supiese, resulta que es justo cuando salgo de cuentas. Tendré que ducharme otra vez y resurgiré de mi letargo cual ave fénix. Las casualidades no existen.
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