lunes, 30 de marzo de 2020

Abro los ojos

Abro los ojos. La escasa luz que entra por la ventana me sugiere una hora aproximada. ¿Son las 7? ¿A qué hora amanece en Marzo? El móvil está lejos y no me apetece levantarme para comprobarlo. ¿Son las siete de la mañana o de la tarde? ¿Está amaneciendo? ¿Está atardeciendo? ¿A qué hora atardece en Marzo? ¿Me estoy levantando de la siesta...? ¿Me tumbé para la siesta después de comer? Pero, ¿a qué hora amanece entonces, a qué hora atardece? ¿Han cambiado ya la hora? Si a las 2 son las 3, ahora...¿Son las 8? ¿Importa? 
Consigo levantarme de la cama. Voy dando tumbos hasta el móvil y lo enciendo. Tarda una eternidad en encenderse. ¿Por qué lo apagué? ¿Y si llama alguien? ¿Y si se ha muerto alguien, y si han ingresado a alguien, y si han detenido a alguien, y si ha pasado algo? Se enciende por fin. Las ocho y media de la mañana. 08.32, para ser exactos. Y no las 20.32. Amanece entonces. Que no es poco.  
Casi al momento, cincuenta notificaciones me explotan en la pantalla. WhatsApp, Facebook, Instagram, Público, El País, el Mundo Today, Snatchap, CandyCrush, Tinder, Spotify, Googlemaps. En WhatsApp, mis colegas han creado un buen número de grupos nuevos, y me han añadido a otros tantos: ‘Aliados contra el Coronavirus’, ‘La resistencia enmascarada’, ‘La resistencia’ (a secas), ‘Aires de cambio espiritual’, ‘Luna en virgo; nuevos astros marcando el camino’, ¿Qué hacer cuando estamos esperando?’, ‘Manualidades para peques’, ‘Aprovechando la cuarentena’, ‘Fiesterxs sin tregua en cuarentena’, ‘Vitamina C y otros remedios para el Coronavirus’, ‘JUNTOS, ADELANTE, VENCEREMOS AL MUTANTE’. 43 memes nuevos. Gente sacando la basura vestida con bolsas de basura, ocurrencias chistosas de los graciosillos de la última fila del cole, audios de gente indignada porque los vecinos o los policías les han puesto mala cara y han tenido que irse corriendo a descargar su llanto en las teclas, imágenes improbables de animales salvajes correteando por la gran Manzana, recogidas de firmas, llamamientos mundiales a la meditación colectiva para erradicar al virus.  
Facebook me recomienda amistad con gente algorítmicamente viable pero cuarenténicamente imposible. Instagram, tips de cortes de pelo, laca de uñas, ejercicios para reforzar el suelo pélvico y los últimos posts de artistillas que han decidido regalarle todo su tiempo y todo su ego al virus. 
Público me despierta de golpe con cifras; 85.000 casos confirmados en España, 101.000 en Italia, 11.000 muertos en Italia, 7.000 en España, 3.300 en China, 2.200 en Trump Paradise... Espera, ¿Son más que ayer? ¿Son menos? Los que están en sus casas con síntomas pero no se han realizado el test no cuentan para la estadística... ¿Entonces?. Ventanas emergentes y pop ups por todos lados: Ejercicios para realizar desde casa, El teletrabajo y sus beneficios a largo plazo, Hombre toma foto a su esposa en su noche de bodas, lo que descubrirá a continuación te dejará sin palabras. 
El País continúa con su bailoteo de cifras y sus disputas virtuales entre partidos. Noticias nuevas, noticias de siempre, Muchos más muertos en China que lo que se dio a conocer, Nuevo lote de tests llega a Madrid, la provincia más castigada, Una plaga de langostas en Marruecos amenaza con llegar a España, Preocupación en el norte de Italia por una posible revuelta popular, El asteroide 52768 (1998 OR2) pasará cerca de nuestro planeta el 29 de Abril, Los sanitarios del Gregorio Marañón se quejan de la falta de EPIs. 
Mareada, dejo el móvil en la mesa y me dirijo a la cocina. Desayuno mientras los pensamientos me taladran la cabeza. En la radio, un locutor joven, probablemente empastillado, y a estas horas, madre mía, relata con jovialidad y una energía que roza la náusea las buenas noticias que, según él, estamos olvidando por culpa de la pandemia. El agujero de la capa de ozono ha disminuido, ALL RIGHT, las altas por el virus son mucho más numerosas que los decesos, ALL RIGHT, la solidaridad de la población hace posible que nuestra situación no sea mucho más grave, ALL RIGHT, numerosos músicos ofrecen conciertos online totalmente gratis para sus fans, ALL RIGHT, Amancio Ortega y otros importantes empresarios han donado... 
El café se me ha quedado frio y, de todas formas, no me gusta la leche de hinojo que encontré en el último estante del Día. Mientras friego la taza, con esa lucidez que me asalta siempre a esas horas de la mañana, se me ocurren varias medidas efectivas de contención de la población que, pienso, el gobierno debería poner en práctica. A la vez, me vuelven a la cabeza las conspiranoias de siempre: virus de laboratorio, prácticas militares estadounidenses en Europa, control mental, confinamiento interesado, confinamiento necesario, control de la población, control de natalidad, Los pangolines son el paciente cero, ¿Estás infectado? Primeros síntomas, ¿cómo detectarlos? 
Después, pensamientos más elaborados y creativos. Es un tirus, vale. ¿Un tirus? Un virus, coño. El café no me ha hecho efecto. Hablemos de las langostas. Las de África, no las de Galicia. Las langostas...¿Pueden contraer el virus? De ser así, ¿morirían todas de neumonía, acabándose así con la plaga que amenaza nuestra Patria? Y si no pueden contraerlo...¿Pueden eliminarlo? ¿Las langostas pueden merendarse al virus? Son bichos pequeños (bueno...en realidad no tan pequeños, hace 20 años pasó algo parecido; era más bien hermosotas, y a mí me fascinaba verlas comer con deleite toda hoja o árbol que se pusiera en su camino) 
Si ni pueden contraer el virus ni pueden eliminarlo ellas solas, nos quedan otros frentes. Anoche, antes de quedarme dormida, leí en una de estas páginas de fenómenos naturales lo siguiente: ‘El volcán Merapi, situado en la isla de Java, ha registrado una fuerte explosión volcánica. Las partículas de ceniza se han elevado a 2 kilómetros’.  
También, Un terremoto de magnitud 7,7 sacude el Mar Caribe. El sismo fue seguido de una alerta de tsunami para Belice, Honduras, México, Jamaica, Cuba y la Isla Caimán.  También en Chile. (Mi amigo chileno se rió cuando le pregunté por el reciente terremoto de su país: ‘Anda, mi negra, si acá hay terremotos todo el tiempo, ustedes allá en España sí que están fregaos’.) 

Vale. Entonces tenemos: El Corona, las langostas, el asteroide, el volcán de Java, el terremoto del Mar Caribe y el posible Tsunami de varios países cercanos a él. Pensemos. 
El volcán de Java podría acabar con el virus; es bien sabido que el bicho muere a altas temperaturas. También habría bajas humanas, esperemos, de personas infectadas, porque, si no, no tendría sentido. ¿Qué hacemos con el resto de Indonesia? El país está confinado, leo en Google. Perfecto. Ni el virus ni la lava, por protocolo, pueden entrar.  
El terremoto podría acabar con las langostas, pero resulta que estas se encuentran en otro continente. ¿Podría el terremoto acabar con el virus? ¿Le divertiría a Covid el sube-baja terrestre, sacudida tras sacudida, o lo destruiría? Pongamos que lo destruye. Ya sólo nos queda qué hacer con el posible Tsunami. Con las langostas tampoco hay nada que hacer, a no ser que, movidas por un ansia irrefrenable de conquistar nuevos territorios, decidieran atravesar el Atlántico. No tengo claro que Covid sepa nadar. A mis sobrinas les he leído varios cuentos sobre el tema: ‘¡Covid va al parque!’, ‘¡Covid va a patinar!’, ‘¡Covid va de excursión!’ ‘¡Covid va de visita a una residencia de ancianos!’, pero nunca les llegué a leer el de ‘¡Covid va a la piscina municipal!’ (se habían agotado), por lo que no sé si el pequeño Covid conseguía nadar al final o, por contra, se hundía y moría en el fondo de la piscina.  
Vale. Pongamos que no sabe nadar. Problema resuelto en esa parte del planeta. Porque, si sabe nadar, un tsunami contagiado de coronavirus es más de lo que mi corto cerebro es capaz de procesar a estas horas. Así que no, no sabe nadar. 
Pero, ¿qué pasa con el resto del mundo? ¿Qué pasa con Belice, Luxemburgo, Andorra la Bella, España, Sri Lanka, Irlanda? ¡Rusia! ¿Qué pasa con Rusia? 
Ah, un momento. 52768 (1998 OR2), claro. El pequeño asteroide. Él es la solución final. Impactando contra la Tierra, el resto de plagas apocalípticas se irán a la mierda. Nosotros también, pero bueno, aquí hemos venido a jugar. Lástima de nuestra nueva y reluciente capa de ozono.  
Mientras sigo pensando en el simpático asteroide que salvará a la humanidad, miro distraídamente por la ventana de la cocina. Vuelve a haber una luz incierta. ¿Atardece? ¿Amanece? ¿Qué hora es? ¿Cuánto rato, cuántas horas llevo ensimismada, pensando? Si a las 2 serán las 3...¿Entonces? ¿Me acuesto? ¿Me levanto?     


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